SUFRIR O GOZAR ESTUDIANDO, ES UNA DECISIÓN
En cuanto a la tercera fuente de
sufrimiento, el de origen social, nos negamos en absoluto a aceptarlo, no
atinamos a comprender porque las instituciones que nosotros mismos hemos creado
no habrían de representar más bien protección y bienestar para todos. Sin
embargo, si consideramos cuán pésimo resultado hemos obtenido precisamente en
este sector de la prevención contra el sufrimiento; comenzando a sospechar que
también aquí podría ocultarse una porción de la indomable naturaleza,
tratándose esta vez de nuestra propia constitución psíquica.
Una “técnica” para evitar el
sufrimiento, será la sublimación de los instintos, es decir acrecentar el
placer del trabajo psíquico e intelectual. Las satisfacciones de esta clase,
como la que el artista experimenta en la creación, en la encarnación de sus
fantasías; la del investigador en la solución de sus problemas y en el
descubrimiento de la verdad, son de una calidad especial, pudiendo metafóricamente
decir que son más “nobles y elevadas” que la satisfacción de impulsos
instintivos groseros y primarios. Aunque
debemos reconocer que el punto débil de este método radica en que su
aplicabilidad no es general, ya que sólo es aplicable a pocos seres (nos
referimos a los que trabajan por una vocación especial) y, además no ofrece una
completa protección contra el sufrimiento, pues recordemos que la fuerza de la
naturaleza siempre está presente y del cuerpo propio no se puede huir.
Cualquier tipo de trabajo ofrece la posibilidad
de ligar al individuo tan fuertemente a la realidad como ninguna otra actividad
vital consigue, incorporándolo
solidamente a la comunidad humana. No obstante el trabajo es menospreciado por
el hombre como camino a la felicidad. No se precipita a él como a otras fuentes
de goce y la inmensa mayoría de los seres sólo trabajan bajo el imperio de la
necesidad, y de esta aversión humana al trabajo se derivan los más dificultosos
problemas sociales.
Nos permitimos recomendar leer la
obra de Sigmund Freud, a todos, en especial aquellos que por su profesión
trabajen en la salud y la educación. Decimos que gobernar, educar y
psicoanalizar son tareas imposibles, es decir transcurren inconscientemente, no
cesan de no escribirse y el sujeto siempre está implicado en lo que le sucede. El
psicoanálisis escucha al docente y pone a su disposición herramientas eficaces
para su formación.
(continuará)
Dr. Carlos Fernández del Ganso
Del texto “Psicoanálisis y Educación”
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