martes, 30 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XXVII - CRITICAS E INTERPRETACIONES ERRADAS DEL PSICOANÁLISIS


"Corazón de fuego". Miguel Oscar Menassa

La mayor parte de lo que, incluso en obras científicas, se ha opuesto al psicoanálisis reposa en una información insuficiente, la cual parece, a su vez, fundada en resistencias afectivas. Así, es erróneo acusar al psicoanálisis de pansexualismo y pretender que deriva de la sexualidad todo el suceder anímico y lo refiere a ella. El psicoanálisis ha diferenciado más bien desde un principio los instintos sexuales de otros a los que provisionalmente ha denominado instintos del «yo». Jamás se le ha ocurrido querer explicarlo todo, y ni siquiera ha derivado la neurosis exclusivamente de la sexualidad, sino del conflicto entre las tendencias sexuales y el yo. El término libido no significa en psicoanálisis (salvo en los escritos de C. G. Jung) simplemente energía psíquica, sino la fuerza motriz de los instintos sexuales. Ciertas afirmaciones, como la de que todo sueño es un cumplimiento de deseos sexuales, no han sido jamás sentadas. El reproche de unilateralidad que se opone al psicoanálisis, el cual, como ciencia de lo inconsciente psíquico, tiene su dominio determinado y limitado, es tan inadecuado como si se dirigiera a la Química. Otro lamentable error de interpretación, sólo atribuible a ignorancia, es el de suponer que el psicoanálisis espera la curación de las afecciones neuróticas de una libre expansión de la sexualidad. La aportación de los deseos sexuales a la conciencia, conseguida por el análisis, hace más bien posible el dominio de los mismos, inalcanzable antes a causa de la represión. Puede más bien decirse que el análisis liberta al neurótico de las ligaduras de su sexualidad. Además, es absolutamente anticientífico preguntarse si el psicoanálisis puede llegar a echar por tierra la religión, la autoridad y la moral, puesto que, como toda ciencia, no tiene nada de tendenciosa y su único propósito es aprehender exactamente un trozo de la realidad. Por último, no puede parecernos más que una simpleza el temor de que los pretendidos bienes supremos de la Humanidad -la investigación, el arte, el amor y los sentimientos morales y sociales- puedan perder su valor o su dignidad porque el psicoanálisis esté en situación de mostrar su procedencia de impulsos instintivos elementales animales.
Psicoanálisis y Teoría de la Libido. Sigmund Freud 1923

sábado, 27 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XXVI - SU RELACIÓN CON LA PSIQUIATRÍA


La Psiquiatría es actualmente una ciencia esencialmente descriptiva y clasificadora, de orientación aún más somática que psicológica, y carente de posibilidades de explicación de los fenómenos observados. Pero el psicoanálisis no se contrapone a ella, como pudiera creerse por la actitud casi general de los psiquiatras. Como psicología profunda, como psicología de los procesos anímicos sustraídos a la conciencia, está llamada a procurar a la Psiquiatría una subestructura imprescindible y a ayudarla a superar sus limitaciones actuales. El porvenir creará seguramente una psiquiatría científica, a la cual habrá servido de introducción el psicoanálisis.


Psicoanálisis y teoría de la libido. Sigmund Freud, 1923

jueves, 25 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XXIV - SU COMPARACIÓN CON LOS MÉTODOS HIPNÓTICOS Y SUGESTIVOS


El método psicoanalítico se diferencia de todos los sugestivos, persuasivos, etc., en que no intenta sojuzgar autoritariamente ningún fenómeno psíquico del sujeto. Procura descubrir la causación del fenómeno y suprimirlo por medio de una modificación duradera de sus condiciones genéticas. La inevitable influencia sugestiva del médico es orientada en psicoanálisis hacia la superación de las resistencias, tarea encomendada al paciente mismo. Contra el peligro de falsear por sugestión, los datos anímicos del sujeto, nos protegemos por medio de un prudente manejo de la técnica. Pero, en general, precisamente la emergencia de las resistencias nos protege contra una posible acción indeseable de la influencia sugestiva. La finalidad del tratamiento puede concretarse en procurar al sujeto, por medio de la supresión de las resistencias y el examen de sus represiones, la más completa unificación y el máximo robustecimiento posibles de su yo, ahorrarle el gasto psíquico exigido por los conflictos internos, hacer de él lo mejor que se pueda con arreglo a sus disposiciones y capacidades, y hacerlo así capaz de rendimiento y de goce. La supresión de los síntomas no es considerada como un fin especial, pero se logra siempre, a condición de practicar debidamente el análisis, como un resultado accesorio. El analítico respeta la peculiaridad del paciente, no procura modificarla conforme a sus propios ideales, y le es muy grato ahorrarse consejos y despertar, en cambio, la iniciativa del analizado.


Psicoanálisis y teoría de la libido. Sigmund Freud, 1923

martes, 23 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XXIII - EL PSICOANÁLISIS COMO MÉTODO TERAPÉUTICO

"EL pensamiento de la luz". Miguel Oscar Menassa

El psicoanálisis no ha pretendido jamás ser una panacea ni hacer milagros. Dentro de uno de los sectores más arduos de la actividad médica, es para algunas dolencias el único método posible, y para otras el que mejores y más duraderos resultados procura, aunque jamás sin un gasto proporcional de trabajo y de tiempo. El médico que no limita su interés a la terapia ve también recompensado su trabajo por insospechados atisbos en la trama de la vida anímica y en las relaciones entre lo psíquico y lo somático. Allí donde, por ahora, no puede ofrecer más que comprensión teórica, inicia quizá el camino de un ulterior influjo directo sobre las perturbaciones neuróticas. Su campo de acción está constituido, sobre todo, por las dos neurosis de transferencia, la histeria y la neurosis obsesiva, cuya estructura interna y cuyos mecanismos han contribuido a descubrir; pero, además, por toda clase de fobias, inhibiciones, trastornos del carácter, perturbaciones de la vida erótica. Según algunos analíticos, tampoco carece de posibilidades favorables al tratamiento analítico de enfermedades manifiestamente orgánicas (Jelliffe, Groddeck, Félix Deutsch), pues no es raro que un factor psíquico participe en la génesis y la persistencia de tales afecciones. Como el psicoanálisis exige de sus pacientes cierta medida de plasticidad, tiene que atenerse, en su selección, a determinados límites de edad; y como exige una larga e intensa ocupación con cada enfermo, sería antieconómico derrochar tal esfuerzo con individuos carentes de todo valor y además neuróticos. La experiencia extraída del material policlínico enseñará qué modificaciones son necesarias para hacer accesible la terapia psicoanalítica a sectores populares más amplios y adaptarla a inteligencias más débiles.

lunes, 22 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XXII - DESARROLLO DE LA TÉCNICA


Una vez que el desarrollo del arte de interpretación hubo satisfecho, por decirlo así, el ansia de saber del analítico, se hizo objeto de su interés al problema de por qué caminos podría alcanzarse el influjo más adecuado sobre el paciente. No tardó en demostrarse que la primera tarea del médico debía ser la de ayudar al paciente a descubrir y superar luego las resistencias emergentes en él durante el tratamiento, de las cuales no tiene al principio conciencia. También se descubrió simultáneamente que la parte capital de la labor terapéutica estaba en la superación de estas resistencias y que sin ella se hacía imposible conseguir una modificación psíquica duradera del paciente. Desde que la labor del analítico se orienta así hacia la resistencia del paciente, la técnica analítica ha adquirido una sutileza y una seguridad comparables con las de la Cirugía. No es, pues, lícito emprender tratamientos psicoanalíticos sin una preparación analítica fundamental, y el médico que a ello se aventura sin más bagaje que su título profesional expedido por el Estado no es más que un profano.


Psicoanálisis eoria de la libido. S. Freud, 1923

viernes, 19 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XXI - EL NARCISISMO

Alucinación tardía. Miguel O. Menassa

Su progreso teórico más importante ha sido la aplicación de la teoría de la libido al yo represor. Se llegó a representar el mismo yo como un depósito de libido -denominado narcisista-, del cual parten las cargas de libido de los objetos y al cual pueden las mismas retornar. Con ayuda de esta representación se hizo posible llegar al análisis del yo y llevar a cabo la diferenciación clínica de las psiconeurosis en neurosis de transferencia y afecciones narcisistas. En las primeras (histeria y neurosis obsesiva) hay disponible una medida de libido tendente a su transferencia a otros sujetos, la cual libido es utilizada para la práctica del tratamiento analítico. Las perturbaciones narcisistas (dementia praecox, paranoia y melancolía) se caracterizan, en cambio, por la retracción de la libido de los objetos y son, por tanto, apenas accesibles a la terapia analítica. Esta insuficiencia terapéutica no ha impedido, sin embargo, al análisis actuar en la más honda comprensión de las dolencias atribuidas a esta psicosis.


Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud, 1923

jueves, 18 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XX - NUEVOS PROGRESOS DEL PSICOANÁLISIS


Son infinitas las formas del amor. Migel O. Menassa


Desde que el psicoanálisis ha llegado a ser el tema de la labor de un tan amplio número de observadores, ha ganado en riqueza y profundidad con aportaciones a las que sentimos no poder dedicar aquí sino muy breve mención.




Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud, 1923

miércoles, 17 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XIX - LOS DESTINOS ULTERIORES DEL PSICOANÁLISIS

El pensamiento de la luz. Miguel O. Menassa
Hasta el punto que alcanza lo precedente avanzó el psicoanálisis por la labor personal mía, desarrollada a través de un decenio, durante el cual fui yo el único psicoanalítico. En el año 1906 comenzaron los psiquiatras suizos E. Bleuler y C. G. Jung a tomar viva parte en el análisis. En 1907 se celebró en Salzburgo una primera reunión de sus adeptos. Y poco después llegó ya nuestra joven ciencia a constituir un centro de atención tanto de los psiquiatras como de los profanos. La acogida que halló en Alemania, ansiosa siempre de autoridad, no fue ciertamente nada gloriosa para la ciencia alemana e incluso movió a un partidario tan frío como Bleuler a tomar enérgicamente su defensa. Pero todas las condenaciones oficiales no fueron bastante para detener el crecimiento interno y la difusión externa del psicoanálisis, el cual, en el curso de los diez años siguientes, traspasó las fronteras de Europa y se hizo especialmente popular en los Estados Unidos, a lo cual contribuyó en gran medida la colaboración de J. Putnam (Boston), Ernest Jones (Toronto y luego Londres), Flournoy (Ginebra), Ferenczi (Budapest), Abraham (Berlín) y muchos otros. El anatema declarado sobre el psicoanálisis movió a sus adeptos a reunirse en una organización internacional, que en el año actual (1922) ha celebrado en Berlín su octavo Congreso privado y comprende hoy los grupos locales de Viena, Budapest, Berlín, Holanda, Zurich, Londres, Nueva York, Calcuta y Moscú. Tampoco la guerra interrumpió esta evolución. En 1918-1919 el doctor Anton von Freund (Budapest) fundó la editorial Internationaler Psychoanalytischer Verlag, que publica los libros y revistas consagrados al psicoanálisis. En 1920 fue creada por el doctor Max Eitingon la primera «Policlínica psicoanalítica», consagrada al tratamiento de los enfermos nerviosos pobres. Las traducciones de mis obras principales al francés, al italiano y al español atestiguan el despertar del interés hacia el psicoanálisis también en el mundo romántico.

De 1911 a 1913 se desviaron del psicoanálisis dos ramificaciones, manifiestamente tendentes a mitigar lo que en ella constituía piedra de escándalo. Una de ellas, iniciada por C. G. Jung, que intentaba dar satisfacción a aspiraciones éticas, despojó al complejo de Edipo de su valor real por medio de una transmutación simbólica y desatendió en la práctica el descubrimiento del período infantil olvidado, que pudiéramos llamar «prehistórico». La otra, cuyo iniciador fue Alfred Adler, de Viena, presentaba varios factores del psicoanálisis bajo nombres distintos (por ejemplo, la represión sexualizada como «protesta masculina»), pero en lo demás prescindía de lo inconsciente y de los instintos sexuales e intentaba referir tanto el carácter como la evolución de las neurosis a la voluntad del poderío, la cual tendería a detener por medio de una sobrecompensación los peligros nacidos de inferioridades orgánicas. Ninguna de estas ramificaciones, construidas a modo de sistemas, ha influido duraderamente sobre la evolución del psicoanálisis; de la de Adler se ha visto pronto claramente que no tenía nada que ver con el psicoanálisis al que quería sustituir.


Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud, 1923

martes, 16 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XVIII - LOS PILARES MAESTROS DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

Corazón de fuego. Miguel O. Menassa

La hipótesis de la existencia de procesos psíquicos inconscientes, el reconocimiento de la teoría de la resistencia y de la represión, la valoración de la sexualidad y del complejo de Edipo son los contenidos capitales del psicoanálisis y los fundamentos de su teoría, y quien no los acepta en su totalidad no debe contarse entre los psicoanalíticos.


Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud, 1923

lunes, 15 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XVII - LA TRANSFERENCIA

Si la tesis de que las fuerzas motrices de la producción de síntomas neuróticos son de naturaleza sexual necesitara aún de más amplia prueba, la encontraría en el hecho de que en el curso del tratamiento analítico se establece una relación afectiva especial del paciente con el médico, la cual traspasa toda medida racional, varía desde el más cariñoso abandono a la hostilidad más tenaz y toma todas sus peculiaridades de actitudes eróticas anteriores, tornadas inconscientes, del paciente. Esta transferencia, que tanto en su forma positiva como en su forma negativa entra al servicio de la resistencia, se convierte, en manos del médico, en el medio auxiliar más poderoso del tratamiento y desempeña en el dinamismo del proceso de curación un papel de extrema importancia.

domingo, 14 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XVI - LA TEORÍA DE LA REPRESIÓN

La razón del sexo. S. Freud, 1923

La reunión de estos conocimientos teóricos con las impresiones inmediatas de la labor analítica conduce a una concepción de las neurosis, que, expuestas a grandes rasgos, sería la siguiente: Las neurosis son la expresión de conflictos entre el yo y aquellas tendencias sexuales que el yo encuentra incompatibles con su integridad o con sus exigencias éticas. El yo ha reprimido tales tendencias; esto es, les ha retirado su interés y les ha cerrado el acceso a la conciencia y a la descarga motora conducente a la satisfacción. Cuando en la labor analítica intentamos hacer conscientes estos impulsos inconscientes, se nos hacen sentir las fuerzas represoras en calidad de resistencia. Pero la función de la represión falla con singular facilidad en cuanto a los instintos sexuales. Cuya libido represada se crea, partiendo de lo inconsciente, otros exutorios, retrocediendo a fases evolutivas y objetos anteriores y aprovechando las fijaciones infantiles, o sea, los puntos débiles de la evolución de la libido, para lograr acceso a la conciencia y conseguir derivación. Lo que así nace es un síntoma, y, por tanto, en el fondo, una satisfacción sustitutiva sexual; pero tampoco el síntoma puede sustraerse por completo a la influencia de las fuerzas represoras del yo y, en consecuencia, tiene que someterse -lo mismo que el sueño- a modificaciones y desplazamientos que hacen irreconocible su carácter de satisfacción sexual. El síntoma recibe así el carácter de un producto transaccional entre los instintos sexuales reprimidos y los instintos del yo represores de un cumplimiento de deseos simultáneo para ambas partes, pero también para ambas igualmente incompleto. Tal sucede estrictamente con los síntomas de la histeria, mientras que en los de la neurosis obsesiva la parte de la instancia represora logra más intensa expresión por medio de la formación de productos de reacción (garantías contra la satisfacción sexual).


Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud, 1923

sábado, 13 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XV - LA DOBLE INICIACIÓN DE LA EVOLUCIÓN SEXUAL

El mar es para todos. Miguel O. Menassa

Este período temprano de la vida sexual encuentra normalmente un fin hacia el quinto año de la vida individual y es seguido por un período de latencia más o menos completa, durante la cual son establecidas las restricciones éticas como dispositivos protectores contra los impulsos optativos del complejo de Edipo. En el período siguiente de la pubertad el complejo de Edipo experimenta una reviviscencia en lo inconsciente y avanza hacia sus ulteriores transformaciones. Sólo el período de la pubertad desarrolla los instintos sexuales hasta su plena intensidad. Pero tanto la dirección de esta evolución como todas las disposiciones a ella inherentes están ya determinadas por la anterior floración temprana infantil de la sexualidad. Esta evolución en dos fases, interrumpida por el período de latencia de la función sexual, parece ser una peculiaridad biológica de la especie humana y contener la condición de la génesis de las neurosis.


Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud, 1923

viernes, 12 de junio de 2009

INVITACIÓN A LA CELEBRACIÓN DE LA EDICIÓN DEL NÚMERO 100 DE LA REVISTA DE POESÍA


“Las 2001 Noches”


Sábado 13 de Junio a las 20:00 horas
En la Feria del Libro de Madrid.
Pabellón “Fundación Círculo de Lectores”

PSICOANÁLISIS: XIV - EL HALLAZGO DE OBJETO Y EL COMPLEJO DE EDIPO


El instinto parcial oral encuentra al principio su satisfacción con ocasión del apaciguamiento de la necesidad de alimentación y su objeto en el pecho materno. Luego se hace independiente, y, al mismo tiempo, autoerótica esto es, encuentra su objeto en el propio cuerpo. También otros instintos parciales se conducen al principio autoeróticamente y son orientados luego hacia un objeto extraño. Es un hecho muy importante el de que los instintos parciales de la zona genital pasen regularmente por un período de intensa satisfacción autoerótica. No todos los instintos parciales son igualmente utilizables para la organización genital; algunos de ellos (por ejemplo, los anales) son dados de lado, reprimidos o sufren complicadas transformaciones. Ya en los primeros años infantiles (aproximadamente entre los dos años y los cinco) se constituye una síntesis de las tendencias sexuales, cuyo objeto es, en el niño, la madre. Esta elección de objeto, junto con la correspondiente actitud de rivalidad y hostilidad contra el padre, es el contenido llamado complejo de Edipo, que en todos los humanos entraña máxima importancia para la estructuración definitiva de la vida erótica. Se ha comprobado como hecho característico que el hombre normal aprende a dominar el complejo de Edipo, mientras que el neurótico permanece envuelto en él.

jueves, 11 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XIII - LA EVOLUCIÓN DE LA LIBIDO


El instinto sexual, cuya manifestación dinámica en la vida anímica es lo que denominamos «libido», se compone de instintos parciales, en los cuales puede también descomponerse de nuevo y que sólo paulatinamente van uniéndose para formar determinadas organizaciones. Fuentes de estos instintos parciales son los órganos somáticos, especialmente ciertas zonas erógenas, pero todos los procesos funcionales importantes del soma procuran también aportaciones a la libido. Los diferentes instintos parciales tienden al principio, independientemente unos de otros, a la satisfacción, pero en el curso de la evolución quedan cada vez más sintetizados y centrados. El primer estadio de la organización (pregenital) de la libido es el oral, en el cual, correlativamente al interés capital del niño de pecho, es la zona bucal la que desempeña el papel principal. A continuación viene la organización sádico-anal, en la cual resaltan especialmente el instinto parcial del sadismo y la zona anal; la diferencia de los sexos es representada en esta fase por la antítesis de actividad y pasividad. El último y definitivo estadio de organización es la síntesis de la mayoría de los instintos parciales bajo la primacía de las zonas genitales. Esta evolución se desarrolla generalmente con gran rapidez y discreción, pero partes aisladas de los instintos permanecen detenidas en los estados previos al desenlace final y producen así las fijaciones de la libido, muy importantes como disposiciones a ulteriores transgresiones de las tendencias reprimidas y que integran una determinada relación con el desarrollo de ulterior neurosis y perversiones (véase, más adelante, «Teoría de la libido»).

Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud. 1923

martes, 9 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XII - LA SEXUALIDAD INFANTIL


La investigación etiológica llevó al psicoanálisis a ocuparse de un tema cuya existencia apenas se sospechaba antes de ella. La ciencia se había habituado a hacer comenzar la vida sexual con la pubertad y a juzgar como raros signos de precocidad y degeneración las manifestaciones de una sexualidad infantil. Pero el psicoanálisis descubrió una plenitud de fenómenos tan singulares como regulares, que forzaban a hacer coincidir el comienzo de la función sexual en el niño casi con el principio de su vida extrauterina, y nos preguntamos sorprendidos cómo había sido posible no advertirlo. Los primeros atisbos de la sexualidad infantil nos fueron procurados, ciertamente, por la investigación analítica de sujetos adultos y entrañaban, por tanto, todas las dudas y todos los defectos inherentes a una revisión tan tardía; pero cuando más tarde (a partir de 1908) comenzamos también el análisis de sujetos infantiles, comprobamos directamente en ellos nuestras tesis. La sexualidad infantil mostraba en algunos aspectos un cuadro distinto al de los adultos y sorprendía por integrar numerosos rasgos de aquello que en los adultos es calificado de perversión. Hubo necesidad de ampliar el concepto de lo sexual hasta hacerle abarcar más que la tendencia a la unión de los dos sexos en el acto sexual o a la provocación de determinadas sensaciones de placer en los genitales. Pero esta ampliación quedaba recompensada por la posibilidad de comprender unitariamente la vida sexual infantil, la normal y la perversa. Mi investigación analítica cayó primero en el error de sobreestimar la seducción o iniciación sexual como fuente de las manifestaciones sexuales infantiles y germen de la producción de síntomas neuróticos. La superación de este error quedó lograda al descubrir el papel extraordinario que en la vida psíquica de los neuróticos desempeñaba la fantasía, francamente más decisiva para la neurosis que la realidad exterior. Detrás de estas fantasías emergió luego el material que permite desarrollar la exposición siguiente de la evolución de la función sexual.


Psicoanálisis y teoria de la libido, S. Freud 1923

lunes, 8 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: XI - LA SIGNIFICACIÓN ETIOLÓGICA DE LA VIDA SEXUAL

La segunda novedad surgida al sustituir la técnica hipnótica por la asociación libre fue de naturaleza clínica y se nos reveló al continuar la investigación de los sucesos traumáticos de los que parecían derivarse los síntomas histéricos. Cuanto más cuidadosamente llevábamos a cabo esta investigación más abundante se nos revelaba el encadenamiento de tales impresiones de significación etiológica y más se remontaban a la pubertad o la niñez del neurótico. Simultáneamente tomaron un carácter unitario, y, por último, tuvimos que rendirnos a la evidencia y reconocer que en la raíz de toda producción de síntomas existían impresiones traumáticas procedentes de la vida sexual más temprana. El trauma sexual sustituyó así al trauma trivial, y este último debía su significación etiológica a su relación simbólica o asociativa con el primero y precedente. Dado que la investigación simultáneamente emprendida de casos de nerviosidad corriente, clasificados como de neurastenia y neurosis de angustia, procuró la conclusión de que tales perturbaciones podían ser referidas a abusos actuales en la vida sexual y curadas con sólo la evitación de los mismos, no era nada aventurado deducir que las neurosis eran, en general, manifestación de perturbaciones de la vida normal: las llamadas neurosis actuales, la manifestación (químicamente facilitada) de daños presentes, y las psiconeurosis, la manifestación (psíquicamente elaborada) de daños muy pretéritos, de tal función, tan importante biológicamente y tan lamentablemente desatendida hasta entonces por la ciencia. Ninguna de las tesis del psicoanálisis ha hallado tan obstinada incredulidad ni tan tenaz resistencia como esta de la magna importancia etiológica de la vida sexual para las neurosis. Pero también hemos de hacer constar que, a través de toda su evolución y hasta el día, el psicoanálisis no ha encontrado motivo alguno de retirar tal afirmación.

viernes, 5 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: X - EL SIMBOLISMO


En el estudio de la forma expresiva creada por la elaboración de los sueños tropezamos con el hecho sorprendente de que ciertos objetos, actos y relaciones son representados indirectamente en el sueño por medio de «símbolos», que el sujeto emplea sin conocer su significación, y con respecto a los cuales no procura, generalmente, asociación ninguna. Su traducción tiene que ser llevada a cabo por el analítico, el cual, a su vez, sólo empíricamente, por medio de inserciones experimentales en el contexto, puede hallarla. Más adelante, resultó que los usos del lenguaje, la mitología y el folklore integraban abundantes analogías con los símbolos oníricos. Los símbolos, a los cuales se enlazan interesantísimos problemas, aún no resueltos, parecen ser un fragmento de una herencia psíquica antiquísima. La comunidad de los símbolos rebasa la comunidad del lenguaje.


Psicoanálisis y teoría de la libido. S. Freud 1923

miércoles, 3 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: IX - LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS




La aplicación de la técnica de la asociación libre a los sueños -a los propios o a los de los pacientes sometidos al análisis- abrió un nuevo acceso a los abismos de la vida psíquica. En realidad, lo más y mejor que de los procesos desarrollados en los estratos psíquicos inconscientes sabemos nos ha sido descubierto por la interpretación de los sueños. El psicoanálisis ha devuelto a los sueños la significación de que en la antigüedad gozaron, pero procede con ellos de otro modo. No se confía al ingenio del onirocrítico, sino que transfiere la labor en su mayor parte del sujeto mismo del sueño, interrogándole sobre sus asociaciones a los distintos elementos del sueño. Persiguiendo estas asociaciones se llega al conocimiento de ideas que corresponden por completo al sueño, pero que se dejan reconocer -hasta cierto punto- como fragmentos plenamente comprensibles de la actividad psíquica despierta. De este modo, al sueño recordado como contenido onírico manifiesto se enfrentan las ideas oníricas latentes, descubiertas por medio de la interpretación. El proceso que ha transformado estas últimas en el primero, o sea, en el «sueño», puede ser calificado de elaboración del sueño. A las ideas latentes del sueño les damos también, por su relación con la vida despierta, el nombre de restos diurnos. La elaboración onírica, a la que sería equivocado atribuir un carácter «creador», las condensa de un modo singular, las deforma por medio del desplazamiento de intensidades psíquicas y las dispone para su representación en imágenes visuales. Pero, además, antes de quedar constituido el sueño manifiesto, las ideas latentes son sometidas a una elaboración secundaria que intenta dar al nuevo producto algo como sentido y coherencia. Este último proceso no pertenece ya propiamente a la elaboración del sueño.


Psicoanálisis y teoría de la libido, S. Freud. 1923

martes, 2 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: VIII- LA INTERPRETACIÓN DE LOS ACTOS FALLIDOS Y CASUALES


Fue un triunfo para el arte de interpretación del psicoanálisis conseguir la demostración de que ciertos actos psíquicos muy frecuentes de los hombres normales, actos para los cuales no se había hallado aún explicación psíquica alguna, debían equipararse a los síntomas de los neuróticos, entrañando, como ellos, un sentido ignorado por el sujeto mismo, pero que podía ser descubierto sin gran trabajo por la labor analítica. Los fenómenos de este orden: el olvido temporal de palabras y nombres perfectamente conocidos; el olvido de propósitos; las equivocaciones, tan frecuentes, en el discurso, la lectura y la escritura; la pérdida y el extravío temporal de objetos; ciertos errores; los accidentes aparentemente casuales, y, por último, ciertos tics o movimientos habituales hechos como sin intención y por juego, y las melodías que se tararean sin pensar, etc.; todo esto era sustraído a una explicación psicológica si tal se intentaba, siendo mostrado como rigurosamente determinado y reconocido como manifestación de intenciones retenidas de la persona o como consecuencia de la interferencia de dos intenciones, una de las cuales era permanente o momentáneamente inconsciente. Esta aportación a la Psicología entrañaba un múltiple valor. El perímetro de la determinación psíquica quedó así insospechadamente ampliado y disminuido el abismo supuesto sobre el suceder psíquico normal y el patológico. En muchos casos se logró fácil atisbo en el dinamismo de las fuerzas psíquicas que habíamos de suponer detrás de tales fenómenos. Por último, logramos así un material apropiado como ningún otro para aceptar la existencia de actos psíquicos inconscientes, incluso a aquellos para quienes la hipótesis de un sistema psíquico inconsciente resultaba algo inaceptable y absurdo. El estudio de los propios actos fallidos y casuales, para el cual se nos ofrece a todos ocasión constante, es todavía actualmente la mejor preparación a una penetración en el psicoanálisis. La interpretación de los actos fallidos ocupa en el tratamiento analítico un puesto como medio para el descubrimiento de lo inconsciente, al lado de la interpretación de las asociaciones libres, mucho más importante.

lunes, 1 de junio de 2009

PSICOANÁLISIS: VII- EL PSICOANÁLISIS COMO ARTE DEI NTERPRETACIÓN


La nueva técnica transformó hasta tal punto la impresión del tratamiento, creaba tan nuevas relaciones entre el enfermo y el médico y procuraba tantos resultados sorprendentes, que pareció justificado diferenciar de la catarsis, con una distinta denominación, el nuevo método así constituido. En consecuencia escogí para aquel procedimiento terapéutico, que podía ya ser extendido a muchas otras formas de la neurosis, el nombre de psicoanálisis. Este psicoanálisis era, en primer término, un arte de interpretación, y se planteaba la labor de profundizar el primero de los grandes descubrimientos de Breuer, o sea el de que los síntomas neuróticos eran una sustitución plena de sentido de otros actos psíquicos omitidos. Se trataba ahora de utilizar el material que procuraban las ocurrencias del paciente como si apuntara a un sentido oculto y adivinar por él tal sentido. La experiencia mostró en seguida que lo mejor y más adecuado que el médico analizador podía hacer era abandonarse a su propia actividad mental inconsciente, conservándose en un estado de atención constante; evitar en lo posible toda reflexión y toda producción de hipótesis conscientes; no querer fijar especialmente en su memoria nada de lo oído, y aprehender de este modo, con su propio inconsciente, lo inconsciente del analizado. Más adelante observamos, cuando las circunstancias no eran del todo desfavorables, que las ocurrencias del enfermo iban aproximándose, como alusiones y tanteos, a un tema determinado, de manera que nos bastaba arriesgar un solo paso para adivinar lo que a él mismo se le ocultaba y comunicárselo. Este arte de interpretación no podía, desde luego, concretarse en reglas fijas, y dejaba amplio lugar al tacto y a la habilidad del médico; pero uniendo la imparcialidad a la práctica se llegaba regularmente a resultados garantizables; esto es, a resultados que se confirmaban por su repetición en casos análogos. En tiempos en los que sólo muy poco se sabía sobre lo inconsciente, sobre la estructura de las neurosis y sobre los procesos psíquicos correspondientes, tenía que ser ya satisfactorio poder servirse de una tal técnica, aun cuando no poseyera fundamentos teóricos más firmes. Y aún hoy en día la desarrollamos de igual manera en el análisis, sólo que con el sentimiento de mayor seguridad y mejor comprensión de sus límites.