viernes, 30 de octubre de 2015

LOS MALOS PENSAMIENTOS


LOS MALOS PENSAMIENTOS

Los hechos, en psicoanálisis, sólo existen después de ser interpretados. El sueño soñado, no sabemos de que trata. Sólo después de interpretado adquiere un sentido, pero no se interpreta el sueño soñado, sino el sueño contado por el soñante. Una cosa es lo que pasó y otra diferente lo que cuento de lo que pasó. El psicoanálisis no pide pruebas, le permite al sujeto hablar y ahí se armará una historia singular, que en todos los casos, es inconsciente. El inconsciente es el gran aliado del sujeto, le avisa de sus deseos, le señala sus virtudes y talento. El “yo” del sujeto es el que pone obstáculos, deformando la información, prejuzgando las relaciones, aniquilando el crecimiento.
Psicoanalizarse, no es ni bueno ni malo, es la única manera de producir salud psíquica. Si nos preguntáramos ¿se puede vivir sin salud psíquica, sin inconsciente? Si, se puede vivir con la salud de la especie, con la salud animal interesada únicamente en la reproducción y mantenimiento de la propia especie. A la especie no le interesa lo más mínimo el sujeto, la humanidad, por eso se reproduce en lugares donde no hay agua ni alimentos, cruza océanos en balsas mortuorias, impone hijos donde no hay medicinas ni esperanza de vida humana. A la especie le interesa el ganado. El hombre está interesado en lo humano.
No es cierto que los neuróticos obsesivos, que en nuestros días sufren la presión de una supermoral, no se defiendan sino contra la realidad psíquica de las tentaciones y se castiguen tan sólo por impulsos no traducidos en actos. Tales tentaciones e impulsos entrañan una gran parte de la realidad histórica. Estos hombres no conocieron en su infancia sino malos impulsos, y en la medida en que sus recursos infantiles se lo permitieron, los tradujeron más de una vez en actos. Durante su infancia pasaron, en efecto, por un período de maldad, por una fase de perversión, preparatoria y anunciadora de la fase supermoral ulterior.
La analogía, que Freud descubre, entre el primitivo y el neurótico se nos muestra pues, mucho más profunda si admitimos que la realidad psíquica, cuya estructura conocemos, ha coincidido también al principio, en el primitivo, con la realidad concreta; esto es, si suponemos que los primitivos llevaron a cabo aquello que según todos los testimonios tenían intención de realizar.
Lo original siempre es texto. Las ciencias, toda disciplina científica es desde la escritura donde adquiere su base material. Los libros siempre tienen destinatario. La mentira siempre es verídica, siempre señala una verdad que la sostiene. La verdad puede no ser cierta. Por ejemplo: no hay, como se dice, “un niño en cada uno”; hay sexualidad infantil, y esto, se puede analizar en el adulto, no en el niño. Nada hay psíquico en el hombre hasta la instalación del complejo de castración, cuyo nódulo es el complejo de Edipo. Y la sexualidad es después de la metamorfosis de la pubertad, antes son leyendas del niño que ignora la existencia del coito y del órgano femenino. La sexualidad humana está constituida en dos tiempos separados por una fase de latencia.
Sin embargo, no debemos dejarnos influir con exceso en nuestros juicios sobre los primitivos por la analogía con los neuróticos. Es preciso tener también en cuenta las diferencias reales. Cierto es que ni el salvaje ni el neurótico conocen aquella precisa y decidida separación que establecemos entre el pensamiento y la acción. En el neurótico, la acción se halla completamente inhibida y reemplazada totalmente por la idea. Por el contrario, el primitivo no conoce trabas a la acción. Sus ideas se transforman inmediatamente en actos. Pudiera incluso decirse que la acción reemplaza en él a la idea. Así, pues, sin pretender cerrar aquí con una conclusión definitiva y cierta, podemos arriesgar la proposición: “en el principio era la acción”.
Todos los humanos somos hablantes, somos pensados desde una estructura y la ambivalencia afectiva que se construye, inevitablemente, en el proceso de indefensión infantil, genera conflictos, cuestiones en el adulto que dan cuenta de aquellos deseos indestructibles e incestuosos que son inconscientes, de modo tal que si aparecen en la realidad cotidiana, muestran un conflicto, una problemática humana con respecto a querer saber demasiado ¿Qué es un padre? En la neurosis. Querer ver lo que no se puede representar en la perversión, valorizando con ello la imagen y haciendo de los objetos un monumento. Y en la psicosis querer saber qué es el cuerpo, cómo se goza del cuerpo, cuestiones con la voluptuosidad del goce corporal.
Somos semejantes y diferentes. La diferencia no es la desigualdad. Todos procedemos de padre y madre. Todos elaboramos de manera singular lo ya heredado.


Dr. Carlos Fernández del Ganso
Médico- Psicoanalista
Teléfono: 918830213 – 676242844


viernes, 16 de octubre de 2015

CELOS Y ENVIDIA


LOS CELOS Y LA ENVIDIA


Reconocer que se pueden “sentir” celos, habla de la implicación del sujeto en lo que le pasa, dice de un grado de salud, más difícil aún es reconocer que uno se siente envidioso. Y ambos: celos y envidia son vertientes de cuestiones sociales por un lado y psíquicas por otro. Posibles de ser analizadas.
El celoso es más social que el envidioso, ya que el celoso, se siente excluido de una escena en la que le gustaría participar. El celoso, desea lo que otro está mirando, desea un deseo de otro; mientras que el envidioso, no desea lo que el otro consiguió, sino que solo quiere romperlo. El envidioso no quiere el coche del vecino, solo rayarlo.
El celoso reconoce la existencia de otro semejante con el que algo quiere, el envidioso quiere que el otro no tenga. En los celos siempre hay tres personajes como mínimo, en la envidia sólo hay uno (por ello es más primitiva y anterior que los celos)
Los celos y la envidia, señalan la doble carencia constitutiva del sujeto, esa imperfección que lo constituye como humano por nacer de padre y madre, seres sexuados (es decir celulares) por ende mortales como él, con lo cual también morirá.
Y llegar a la vida (cuando ya había vida para otros) es decir nacer anticipado por algo que permitió no solo que naciera y creciera, también apropiarme de lo que otros humanos antes de “uno” hicieron, llegar a la vida y aceptar ser un privilegiado que puede heredar no es fácil de aceptar. Los abogados lo ven en las dificultades que existen para resolver muchas herencias.
Dice el refrán “de bien nacidos es ser agradecidos”. Me puedo beneficiar de lo que trabajaron otros que sin conocerme construyeron: calles, universidades, puentes, teléfonos, objetos libros… que permiten un mejor aterrizaje en la vida.
Los especialistas sabemos que hay cierta tendencia social a reprimir la sexualidad en aras de aumentar la producción social de preservar la estructura monogámica de la familia nuclear, cuyo origen se fundamente en el pasaje del feudalismo al capitalismo. Con el pasaje del trabajo artesanal al asalariado, la máquina permitió la obtención de la plusvalía y en consecuencia la posibilidad de acumular capital. Y la acumulación sin distribución adecuada siempre trae problemas.
El gran problema de los celos, no es “sentirlos” sino pensar que se pueden “tener”, es decir que se puede tener al “otro”, al semejante, al cónyuge, al compañero. Y conviene saber que lo que despierta los celos, no son las personas, son frases, son palabras pronunciadas que señalan lugares de los cuales nos sentimos excluidos y en los que nos gustaría participar.
Todo conocimiento humano tiene su frente en la dialéctica de los celos, es decir se constituye el yo del sujeto a la vez que el otro semejante. Mientras va descubriendo su propio cuerpo, la imagen del otro le anticipa. De modo que decimos que los humanos nacemos perdiendo doblemente: frente a las imágenes y frente a las palabras. Cuando crecemos iremos construyendo con el lenguaje, a través de las palabras, nuestras propia imágenes, que son en todos los casos lo privado.
La familia monogámica se constituye para establecer las leyes de la herencia de bienes materiales, pero hay cuestiones que no controla el sexo, por ejemplo el dinero tiene sus propias leyes, de modo que cuando es el dinero el que dice como debe ser gastado, es decir pone su nombre y apellidos a las cosas (por ejemplo veinte euros para libros), hablamos del dinero como equivalente general (donde con dinero se puede comprar hasta dinero) pero a veces el sujeto no acepta las leyes del dinero y quiere manejarlo él, como “cree” manejar otras cuestiones de su vida, ahí suele ocurrir que maneja el dinero como equivalente simbólico, es decir como lo que alguna vez hizo en la fase anal, de su constitución psíquica, con la caca: retenerla, acumularla, expulsarla, regalarla. La envidia se cura con trabajo y admirando en el otro sus logros. Los celos son deseos a los que puedo poner palabras, y entonces se transforman en otra cosa.


Dr. Carlos Fernández del Ganso
Médico- Psicoanalista

Teléfono: 918830213 – 676242844