LOS MALOS PENSAMIENTOS
Los hechos, en psicoanálisis,
sólo existen después de ser interpretados. El sueño soñado, no sabemos de que
trata. Sólo después de interpretado adquiere un sentido, pero no se interpreta
el sueño soñado, sino el sueño contado por el soñante. Una cosa es lo que pasó
y otra diferente lo que cuento de lo que pasó. El psicoanálisis no pide
pruebas, le permite al sujeto hablar y ahí se armará una historia singular, que
en todos los casos, es inconsciente. El inconsciente es el gran aliado del
sujeto, le avisa de sus deseos, le señala sus virtudes y talento. El “yo” del
sujeto es el que pone obstáculos, deformando la información, prejuzgando las
relaciones, aniquilando el crecimiento.
Psicoanalizarse, no es ni bueno
ni malo, es la única manera de producir salud psíquica. Si nos preguntáramos
¿se puede vivir sin salud psíquica, sin inconsciente? Si, se puede vivir con la
salud de la especie, con la salud animal interesada únicamente en la
reproducción y mantenimiento de la propia especie. A la especie no le interesa
lo más mínimo el sujeto, la humanidad, por eso se reproduce en lugares donde no
hay agua ni alimentos, cruza océanos en balsas mortuorias, impone hijos donde
no hay medicinas ni esperanza de vida humana. A la especie le interesa el
ganado. El hombre está interesado en lo humano.
No es cierto que los neuróticos
obsesivos, que en nuestros días sufren la presión de una supermoral, no se
defiendan sino contra la realidad psíquica de las tentaciones y se castiguen
tan sólo por impulsos no traducidos en actos. Tales tentaciones e impulsos
entrañan una gran parte de la realidad histórica. Estos hombres no conocieron
en su infancia sino malos impulsos, y en la medida en que sus recursos
infantiles se lo permitieron, los tradujeron más de una vez en actos. Durante
su infancia pasaron, en efecto, por un período de maldad, por una fase de
perversión, preparatoria y anunciadora de la fase supermoral ulterior.
La analogía, que Freud descubre,
entre el primitivo y el neurótico se nos muestra pues, mucho más profunda si
admitimos que la realidad psíquica, cuya estructura conocemos, ha coincidido
también al principio, en el primitivo, con la realidad concreta; esto es, si
suponemos que los primitivos llevaron a cabo aquello que según todos los testimonios
tenían intención de realizar.
Lo original siempre es texto.
Las ciencias, toda disciplina científica es desde la escritura donde adquiere
su base material. Los libros siempre tienen destinatario. La mentira siempre es
verídica, siempre señala una verdad que la sostiene. La verdad puede no ser
cierta. Por ejemplo: no hay, como se dice, “un niño en cada uno”; hay
sexualidad infantil, y esto, se puede analizar en el adulto, no en el niño.
Nada hay psíquico en el hombre hasta la instalación del complejo de castración,
cuyo nódulo es el complejo de Edipo. Y la sexualidad es después de la
metamorfosis de la pubertad, antes son leyendas del niño que ignora la
existencia del coito y del órgano femenino. La sexualidad humana está
constituida en dos tiempos separados por una fase de latencia.
Sin embargo, no debemos dejarnos
influir con exceso en nuestros juicios sobre los primitivos por la analogía con
los neuróticos. Es preciso tener también en cuenta las diferencias reales.
Cierto es que ni el salvaje ni el neurótico conocen aquella precisa y decidida
separación que establecemos entre el pensamiento y la acción. En el neurótico,
la acción se halla completamente inhibida y reemplazada totalmente por la idea.
Por el contrario, el primitivo no conoce trabas a la acción. Sus ideas se
transforman inmediatamente en actos. Pudiera incluso decirse que la acción
reemplaza en él a la idea. Así, pues, sin pretender cerrar aquí con una
conclusión definitiva y cierta, podemos arriesgar la proposición: “en el
principio era la acción”.
Todos los humanos somos
hablantes, somos pensados desde una estructura y la ambivalencia afectiva que
se construye, inevitablemente, en el proceso de indefensión infantil, genera
conflictos, cuestiones en el adulto que dan cuenta de aquellos deseos
indestructibles e incestuosos que son inconscientes, de modo tal que si
aparecen en la realidad cotidiana, muestran un conflicto, una problemática
humana con respecto a querer saber demasiado ¿Qué es un padre? En la neurosis.
Querer ver lo que no se puede representar en la perversión, valorizando con
ello la imagen y haciendo de los objetos un monumento. Y en la psicosis querer
saber qué es el cuerpo, cómo se goza del cuerpo, cuestiones con la
voluptuosidad del goce corporal.
Somos semejantes y diferentes.
La diferencia no es la desigualdad. Todos procedemos de padre y madre. Todos
elaboramos de manera singular lo ya heredado.
Dr. Carlos Fernández del Ganso
Médico- Psicoanalista
Teléfono: 918830213 – 676242844
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