Aún reconociendo estos prejuicios de la moral sexual cultural, se puede todavía responder a nuestra tercera interrogación alegando que las conquistas culturales consiguientes a tan severa restricción sexual compensan e incluso superan tales prejuicios individuales, qué, en definitiva, sólo llegan a alcanzar cierta gravedad en una limitada minoría. Por mí parte, me declaro incapaz de establecer aquí un balance de pérdidas y ganancias. Sólo podría aportar aún numerosos datos para la valoración de las pérdidas. Volviendo al tema, antes iniciado, de la abstinencia, he de afirmar que la misma trae aún consigo otros perjuicios diferentes de las neurosis, las cuales integran, además, mucho mayor importancia de la que en general se les concede. La demora del desarrollo y de la actividad sexuales, a la que aspiran nuestra educación y nuestra cultura, no trae consigo, en un principio, peligro alguno e incluso constituye una necesidad si tenemos en cuenta cuán tarde comienzan los jóvenes de nuestras clases ilustradas a valérselas por sí mismos y a ganar su vida, circunstancia en que se nos muestra además la íntima relación de todas nuestras instituciones culturales y la dificultad de modificar alguno de sus elementos sin atender a los restantes.
Pero, pasados los veinte años, la abstinencia no está ya exenta de peligros para el hombre, y cuando no conduce a la nerviosidad trae consigo otros distintos daños. Suele decirse que la lucha con el poderoso instinto sexual y la necesaria acentuación en ella de todos los poderes éticos y estéticos de la vida anímica «aceran» el carácter. Esto es exacto para algunas naturalezas favorablemente organizadas. Asimismo, ha de concederse que la diferenciación de los caracteres individuales, tan acentuada hoy día, ha sido hecha posible por la restricción sexual. Pero en la inmensa mayoría de los casos la lucha contra la sexualidad agota las energías disponibles del carácter, y ello en una época en la que el joven precisa de todas sus fuerzas para conquistar su participación y su puesto en la sociedad. La relación entre la sublimación posible y la actividad sexual necesaria oscila, naturalmente, mucho según el individuo e incluso según la profesión. Un artista abstinente es algo apenas posible. Por el contrario, no son nada raros los casos de abstinencia entre los jóvenes consagrados a una disciplina científica. Estos últimos pueden extraer de la abstinencia nuevas energías para el estudio. En cambio, el artista hallará en la actividad sexual un excitante de función creadora. En general, tengo la impresión de que la abstinencia no contribuye a formar hombres de acción, enérgicos e independientes, ni pensadores originales o valerosos reformadores, sino más bien honradas medianías que se sumergen luego en la gran masa, acostumbrada a seguir con cierta resistencia los impulsos iniciados por individuos enérgicos.
Pero, pasados los veinte años, la abstinencia no está ya exenta de peligros para el hombre, y cuando no conduce a la nerviosidad trae consigo otros distintos daños. Suele decirse que la lucha con el poderoso instinto sexual y la necesaria acentuación en ella de todos los poderes éticos y estéticos de la vida anímica «aceran» el carácter. Esto es exacto para algunas naturalezas favorablemente organizadas. Asimismo, ha de concederse que la diferenciación de los caracteres individuales, tan acentuada hoy día, ha sido hecha posible por la restricción sexual. Pero en la inmensa mayoría de los casos la lucha contra la sexualidad agota las energías disponibles del carácter, y ello en una época en la que el joven precisa de todas sus fuerzas para conquistar su participación y su puesto en la sociedad. La relación entre la sublimación posible y la actividad sexual necesaria oscila, naturalmente, mucho según el individuo e incluso según la profesión. Un artista abstinente es algo apenas posible. Por el contrario, no son nada raros los casos de abstinencia entre los jóvenes consagrados a una disciplina científica. Estos últimos pueden extraer de la abstinencia nuevas energías para el estudio. En cambio, el artista hallará en la actividad sexual un excitante de función creadora. En general, tengo la impresión de que la abstinencia no contribuye a formar hombres de acción, enérgicos e independientes, ni pensadores originales o valerosos reformadores, sino más bien honradas medianías que se sumergen luego en la gran masa, acostumbrada a seguir con cierta resistencia los impulsos iniciados por individuos enérgicos.
(Continúa)
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