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En
el año 1909, Sigmund Freud publica el ensayo titulado “La novela familiar del
neurótico” en donde podemos leer: “Cuando el individuo, a medida de su
crecimiento, se libera de la autoridad de sus padres, incurre en una de las
consecuencias más necesarias, aunque también una de las más dolorosas que el
curso de su desarrollo le acarrea. Es absolutamente inevitable que dicha
liberación se lleve a cabo, al punto que debe haber sido cumplida en
determinada medida por todo aquel que haya alcanzado un estado normal. Hasta el
progreso mismo la sociedad reposa esencialmente sobre esta oposición de las
generaciones sucesivas. Por otra parte, existe cierta clase de neuróticos cuyo
estado se halla evidentemente condicionado por el fracaso ante dicha tarea”.
Así
en la vida adulta podemos ser testigos de la gran dificultad para pactar con
otros que no despierten inconscientemente (a través del mecanismo de la identificación)
algo familiar o conocido. Hay refranes al uso: “más vale lo malo conocido, que
lo bueno por conocer” y con esos pensamientos, resulta muy difícil construir un
proyecto de salud, educación o cultura, si vale más lo malo que lo bueno porque
ello conlleva una modificación en la personalidad del adulto, socio, compañero
o amante.
Para
el niño pequeño los padres son, al principio, la única autoridad y la fuente de
toda fe. El deseo más intenso y decisivo de esos años infantiles es el de
llegar a parecérseles, el deseo de
llegar a ser grande como el padre y la
madre. Pero a medida que progresa el desarrollo intelectual es inevitable que
el niño descubra poco a poco las verdaderas categorías a las cuales sus padres
pertenecen. Conocen a otros padres, los compara con los propios y llega así a
dudar de las cualidades únicas e incomparables que les había adjudicado.
Pequeñas
experiencias de su vida infantil, que despiertan en él un sentimiento de
disconformidad, lo incitan a emprender la crítica de los padres y aprovechar,
en apoyo de esta actitud contra ellos, la ya adquirida noción de que otros
padres son, en muchos sentidos, preferibles a los suyos. La psicología de las
neurosis nos ha enseñado que a este resultado coadyuvan, entre otros factores,
los más intensos impulsos de rivalidad sexual. Las ocasiones que los motivan
tienen por tema evidente el sentimiento de ser despreciado.
(continuará)
Dr. Carlos Fernández del Ganso
Medico-Psicoanalista
Tel. 918830213 – 676242844
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