domingo, 21 de noviembre de 2010

AUTOBIOGRAFÍA. SIGMUND FREUD (1924-1925)

LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS

Con ayuda del procedimiento de la asociación libre y del arte de interpretación a él correspondiente consiguió el psicoanálisis algo que no parecía muy importante desde el punto de vista práctico, pero que en realidad lo condujo a una situación y significación completamente nuevas en los dominios científicos. Se hizo posible demostrar que los sueños poseen un sentido y adivinar éste.
Los sueños fueron considerados en la antigüedad clásica como profecías pero la ciencia moderna no quería saber nada de ellos, los abandonaba a la superstición y los declaraba un acto simplemente «somático», una especie de contracción de la vida anímica dormida. Parecía totalmente imposible que alguien que hubiera llevado a cabo un serio trabajo científico pudiera surgir luego como «onirocrítico».
Pero desechando una tal ordenación de los sueños tratándolos como un incomprendido síntoma neurótico o como una idea delirante u obsesiva, prescindiendo de su contenido aparente y haciendo objeto de la asociación libre a cada uno de sus diversos cuadros, llegamos a un resultado totalmente distinto. Las numerosas ocurrencias del sujeto del sueño nos llevaron, en efecto, al conocimiento de un producto mental que no podía ya ser calificado de absurdo ni de confuso, producto que equivalía a un rendimiento psíquico completo y del cual no constituía el sueño manifiesto sino una traducción deformada, abreviada y mal interpretada, compuesta generalmente de imágenes visuales. Estas ideas latentes del sueño contenían el sentido mismo, no siendo el contenido manifiesto del sueño sino un engaño, una fachada, que podía ser enlazada con la asociación, pero no con la interpretación.
Planteábase así toda una serie de problemas, entre los cuales los más importantes se referían a la existencia de un motivo de la formación de los sueños, a las condiciones en las que la misma se desarrollaba y a los caminos que conducían desde las ideas latentes del sueño, plenas de sentido, al sueño mismo, con frecuencia totalmente insensato.
En mi obra 'La interpretación de los sueños' publicada en 1900, he intentado resolver todos estos problemas. Aquí no me cabe dar tales investigaciones. Si examinamos las ideas latentes que el análisis del sueño nos ha revelado encontramos una que resalta decididamente entre las demás, razonables y conocidas por el sujeto. Estas otras ideas son restos de la vida despierta (restos diurnos). En cambio en la idea aislada reconocemos un impulso optativo, muy repulsivo a veces, ajeno a la vida despierta del soñador, el cual niega con asombro o indignación haberlo abrigado nunca.
Este impulso es el que ha provocado el sueño, ofreciendo la energía necesaria para su producción y sirviéndose del material constituido por los restos diurnos. El sueño así surgido presenta una situación que integra la satisfacción de tal impulso, constituyendo una realización de deseos.
Este proceso no hubiera sido posible si no hubiese habido algo favorable a él en la naturaleza del estado de reposo. La condición psíquica del estado de reposo es la obediencia del yo al deseo de dormir y la sustracción de las cargas de todos los intereses vitales. Dada la simultánea oclusión de los accesos a la motilidad, puede el yo disminuir el esfuerzo, con el que en toda otra ocasión mantiene las represiones. Esta negligencia nocturna de la represión es aprovechada por el impulso inconsciente para llegar a la conciencia por medio del sueño.
La resistencia de represión del yo no queda, sin embargo, suprimida durante el estado de reposo, sino simplemente disminuida, y una parte de ella queda en pie, como censura onírica, y prohíbe al impulso optativo inconsciente manifestarse en la forma que le es propia. A causa de la severidad de la censura onírica tienen que presentarse las ideas oníricas latentes a modificaciones y debilitaciones, que disfrazan por completo el prohibido sentido del sueño.

Queda explicada así la deformación onírica, a la que debe el sueño manifiesto sus más singulares caracteres. Podemos, pues, decir justificadamente que el sueño es la realización (disfrazada) de un deseo (reprimido), y vemos que se halla construido como un síntoma neurótico, siendo el producto de una transacción entre las aspiraciones de un impulso instintivo reprimido y la resistencia de un poder del yo, que ejerce la censura.
A consecuencia de esta identidad de génesis resulta tan incomprensible como el síntoma, y precisa, como él, de una interpretación. No es difícil hallar la función general del sueño. Sirve para anular aquellos estímulos exteriores o interiores que harían despertar al sujeto, protegiendo así el estado de reposo contra tales perturbaciones. El estímulo exterior queda rechazado por medio de una transformación de su sentido y por su inclusión en una cualquiera situación inocente. En cambio, el estímulo interior de la aspiración instintiva es admitido por el durmiente, el cual le permite llegar a la satisfacción por medio de la formación de un sueño siempre que las ideas latentes no intenten eludir la censura. Continúa…

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