martes, 22 de noviembre de 2011

PRIMERAS CONFERENCIAS. AUTOBIOGRAFÍA. Sigmund Freud (1924-1925)


La fama de mis diagnósticos, confirmados por la autopsia, me atrajo el interés de varios médicos americanos, a los que comencé a dar, en un chapurreado inglés, un cursillo sobre tales temas, utilizando como material de observación a los enfermos de mi sala. Pero no tenía el menor conocimiento de la neurosis; y así, cuando un día presenté a mis oyentes un neurótico con ininterrumpido dolor de cabeza y diagnostiqué el caso de meningitis circunscrita crónica, me abandonaron todos, poseídos de una justificada indignación crítica, dando allí fin mi prematura actividad pedagógica.
Sin embargo, alegaré en mi disculpa que grandes autoridades médicas de Viena solían aún diagnosticar por aquel entonces la neurastenia como un tumor cerebral.
En la primavera de 1885 me fue conferida la plaza de «docente» de Neuropatología en mérito de mis trabajos histológicos y clínicos. Poco después me consiguió Brücke una generosa pensión para realizar estudios en el extranjero y al otoño siguiente me trasladé a París. Confundido entre los muchos médicos extranjeros que se inscribían como alumnos en la Salpêtrière, no se me dedicó al principio atención ninguna especial. Pero un día oí expresar a Charcot su sentimiento por no haber vuelto a tener noticia alguna desde la pasada guerra del traductor alemán de sus conferencias. Luego agregó que le agradaría mucho encontrar una persona de garantía que se encargase de la traducción alemana de sus Nuevas conferencias. Al día siguiente me ofrecí para ello en una carta, en la que recuerdo haber escrito que sólo padecía la aphasie motrice, pero no la aphasie sensorielle du français. Charcot aceptó mi ofrecimiento, me admitió a su trato privado y me hizo participar desde entonces directamente en todo aquello que en la clínica sucedía.
Hallándome dedicado a la redacción del presente trabajo he recibido de Francia numerosos ensayos y artículos que testimonian de una violenta resistencia a la aceptación del psicoanálisis y contienen a veces afirmaciones totalmente inexactas relativas a mi situación como respecto a la escuela francesa. Así, leo, por ejemplo, que aproveché mi estancia en París para familiarizarme con las teorías de P. Janet, huyendo luego con mi presa. Contra esta afirmación he de hacer constar que durante mi estancia en la Salpêtrière nadie nombraba aún para nada a P. Janet.
De todo lo que vi al lado de Charcot, lo que más me impresionó fueron sus últimas investigaciones sobre la histeria, una parte de las cuales se desarrolló aún en mi presencia, o sea la demostración de la autenticidad y normalidad de los fenómenos histéricos (introite et hic dii sunt) y de la frecuente aparición de la histeria en sujetos masculinos, la creación de parálisis y contracturas histéricas por medio de la sugestión hipnótica y la conclusión de que estos productos artificiales muestran exactamente los mismos caracteres que los accidentales y espontáneos, provocados con frecuencia por un trauma. Algunas de las demostraciones de Charcot despertaron al principio en mí, como en otros de los asistentes, cierta extrañeza y una tendencia a la contradicción, que intentábamos apoyar en una de las teorías por entonces dominantes.
El maestro discutía siempre nuestras objeciones con tanta paciencia y amabilidad como decisión, y en una de estas discusiones pronunció la frase Ça n'empêche pas d'exister, para mí inolvidable. No todo lo que por entonces nos enseñó Charcot se mantiene aún en pie. Parte de ello aparece ahora muy discutible, y otra parte ha sucumbido por completo a la acción del tiempo. Pero, sin embargo, queda aún mucho que ha pasado a integrar duraderamente el contenido de la ciencia. Antes de abandonar París tracé con Charcot el plan de un estudio comparativo de las parálisis histéricas con las orgánicas. Me proponía demostrar el principio de que las parálisis y anestesias histéricas de las diversas partes del cuerpo se delimitan conforme a la representación vulgar (no anatómica) del hombre. El maestro se mostró de acuerdo conmigo, pero no era difícil adivinar que, en el fondo, no se sentía inclinado a profundizar en la psicología de las neurosis. Su punto de partida habría sido, en efecto, la Anatomía. Continúa…

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