Pero en 1882 mi venerado maestro rectificó la confiada ligereza de mi padre, llamándome urgentemente la atención sobre mi mala situación económica, y aconsejándome que abandonase mi actividad, puramente teórica. Siguiendo sus consejos, dejé el laboratorio fisiológico y entré de aspirante en el Hospital General. Al poco tiempo fui nombrado interno del mismo, y serví en varias de sus salas, pasando más de seis meses en la de Meynert, cuya personalidad me había interesado ya profundamente en mis años de estudiante. Sin embargo, permanecí en cierto modo fiel a mis primeros trabajos. Brücke me había indicado al principio, como objeto de investigación, la médula espinal de un pez de los más inferiores (el Ammocoetes petromyzon), y de este estudio pasé al del sistema nervioso humano, sobre cuya complicada estructura acababan de arrojar viva luz los descubrimientos de Flechsig. El hecho de elegir única y exclusivamente al principio la medulla oblongata como objeto de investigación, fue también una consecuencia de la orientación de mis primeros estudios, en absoluta oposición a la naturaleza difusa de mi labor durante los primeros años universitarios, se desarrolló en mí una tendencia a la exclusiva concentración del trabajo sobre una materia o un problema únicos. Esta inclinación ha continuado siéndome propia y me ha valido luego el reproche de ser excesivamente unilateral. En el laboratorio de anatomía cerebral continué trabajando, con la misma fe que antes en el fisiológico. Durante estos años redacté varios trabajos sobre la medulla oblongata, que merecieron la aprobación de Edinger. Meynert, que me había abierto las puertas del laboratorio aun antes de hallarme bajo sus órdenes, me invitó un día a dedicarme definitivamente a la anatomía del cerebro, prometiéndome la sucesión en su cátedra, pues se sentía ya muy viejo para profundizar en los nuevos métodos. Atemorizado ante la magnitud de tal empresa, decliné la proposición. Probablemente, sospechaba ya que aquel hombre genial no se hallaba bien dispuesto para conmigo. La anatomía del cerebro no representaba para mí, desde el punto de vista práctico, ningún progreso con relación a la Fisiología. Así, pues, para satisfacer las exigencias materiales hube de dedicarme al estudio de las enfermedades nerviosas. Esta especialidad era por entonces poco atendida en Viena. El material de observación se hallaba diseminado en las diversas salas del hospital, y de este modo se carecía de toda ocasión de estudio, viéndose uno obligado a ser su propio maestro. Tampoco Nothnagel, a quien la publicación de su obra sobre la localización cerebral había llevado a la cátedra, diferenciaba la Neuropatología de las demás ramas de la Medicina interna. Atraído por el gran nombre de Charcot, que resplandecía a lo lejos, formé el plan de alcanzar el puesto de «docente» en la rama de enfermedades nerviosas, y trasladarme luego por algún tiempo a París, con objeto de ampliar allí mis conocimientos. Durante los años en que fui médico auxiliar publiqué varias observaciones casuísticas sobre enfermedades orgánicas del sistema nervioso. Poco a poco fui dominando la materia, y llegué a poder localizar tan exactamente un foco en la medulla oblongata, que la autopsia no añadía detalle alguno a mis afirmaciones. De este modo fui el primer médico de Viena que envió a la sala de autopsias un caso con el diagnóstico de «polineuritis acuta».
Continúa…
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