sábado, 28 de marzo de 2009

EL INCONSCIENTE, cosa bastante precisa. LACAN



EL INCONSCIENTE, cosa bastante precisa


- No obstante se acude a usted, psicoanalista, para poder vivir mejor en este mundo que usted reduce a la fantasía. ¿Es también la cura una fantasía?
- La cura es una demanda que parte de la voz del sufriente, de alguien que sufre de su cuerpo o de su pensamiento. Lo sorprendente es que haya respuesta, y que desde siempre la medicina haya dado en el blanco por las palabras.
¿Qué ocurría antes de que el inconsciente fuera descubierto? Una práctica no tiene necesidad de ser esclarecida para operar: es lo que se puede deducir.
- ¿El análisis no se distinguiría por consiguiente de la terapia más que por “ser esclarecido”? Eso no es lo que usted quiere decir. Permítame formularle de esta manera la pregunta: “Tanto el psicoanálisis como la psicoterapia sólo actúan por medio de palabras. Sin embargo se oponen. ¿En qué?”
- Para los tiempos que corren, no existe psicoterapia de la que no se exija que sea de “inspiración psicoanalítica”. Modulo la cosa con las comillas que merece. La diferencia ahí sustentada, ¿consistirá solamente en que no se va a la lona, al diván quiero decir?


Esto ayuda a los analistas carentes de pase en las “sociedades”, iguales comillas, quienes por no querer saber nada, digo: del pase, lo sustituyen por formalidades de grado, bastante elegantes para ubicar permanentemente a aquellos que despliegan más habilidad en sus relaciones que en su práctica.


Por eso voy a presentar aquello por lo cual esta práctica prevalece en la psicoterapia.
En la medida en que interesa al inconsciente, hay dos vertientes que la estructura emite, es decir el lenguaje.


La vertiente del sentido, aquella de la que se creerá que es la del análisis que con el barco sexual nos inunda con olas de sentido. Es sorprendente que este sentido se reduzca al no-sentido de la relación sexual, patente desde siempre en los decires del amor. Patente hasta el punto de ser aullante: lo que da una alta idea del humano pensamiento.


Y encima hay sentido que se hace tomar por el buen sentido, que encima se pretende sentido común. Es la cima de lo cómico, a diferencia de lo cómico conlleva el saber de la no-relación que está en el golpe, en el golpe del sexo. De ahí que nuestra dignidad asuma su descanso, incluso su relevo.


El buen sentido representa la sugestión, la comedia, la risa.


¿Es decir que bastan, aparte ser poco compatibles? Es ahí que la psicoterapia, cualquiera que sea, no alcanza, no que no ejerza algún bien, sino que nos retrotrae a lo peor.
De ahí que el inconsciente, es decir la insistencia donde se manifiesta el deseo, o aun la repetición de lo que ahí es demandado -¿no es ahí que Freud lo dice en el momento mismo que lo descubre?


De ahí que el inconsciente, si la estructura que se reconoce por hacer el lenguaje en lalengua, como yo digo, lo exige bien, nos recuerda que a la vertiente del sentido que en la palabra nos fascina -mediante lo cual el ser hace pantalla a esta palabra, este del cual Parménides imagina el pensamiento, nos recuerda que a la vertiente del sentido, concluyo, el estudio del lenguaje opone la vertiente del signo.


¿Cómo es que el síntoma, lo que se llama tal en el análisis, no señaló ahí el camino? Esto que fue necesario hasta Freud para que, dócil al histérico, llegara él a leer los sueños, los lapsus, incluso los chistes, como se descifra un mensaje cifrado.


- Pruebe que está ahí lo que dice Freud, y todo lo que él dice.


- Que se vaya a los textos de Freud repartidos en tres mayores -los títulos son ahora triviales-, para darse cuenta de que no se trata sino de un descifre de dimensión significante pura.


Es decir que uno de esos fenómenos está articulado ingenuamente: articulado quiere decir verbalizado, ingenuamente según la lógica vulgar, empleo de la lengua simplemente recibido.


Es progresando en un tejido de equívocos, de metáforas, de mentonimias, que Freud evoca una sustancia, un mito fluidico que intitula libido.


Pero lo que él opera realmente, ahí bajo nuestros ojos fijos en el texto, es una traducción en la que se demuestra que el goce que Freud supone en el linde de procesos primarios, consiste propiamente en los desfiladeros lógicos hacia donde él nos conduce con tanto arte.


No hay más que distinguir, a lo que ya había llegado desde hace mucho tiempo la sapiencia estoica, el significante del significado (para traducir los nombres latinos como Saussure), y se aprende la apariencia de fenómenos de equivalencia de los cuales se comprende que hayan podido configurar para Freud el aparato de la energética.


Es necesario un esfuerzo de pensamiento para que se funde la lingüística de su objeto, el significante. No hay lingüística que no se proponga separarlo como tal, y especialmente del sentido.


Hablé de la vertiente del signo para acentuar la asociación con el significante. Pero el significante difiere en que a la batería se la encuentra ya en la lengua.


Hablar de código no conviene, justamente por suponer un sentido.


La batería significante de la lengua no suministra más que la cifra del sentido. Cada palabra adquiere según el texto una gama enorme, disparatada, de sentido, sentido cuya heteroclicidad se comprueba a menudo en el diccionario.


LACAN

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