lunes, 20 de abril de 2009

LA MORAL SEXUAL "CULTURAL" Y LA NERVIOSIDAD MODERNA. Sigmund Freud - 1908 - (XIV)

LA MORAL SEXUAL "CULTURAL" Y LA NERVIOSIDAD MODERNA. Sigmund Freud - 1908 -



Todas estas secuelas inevitables e indeseadas de la abstinencia impuesta por nuestra civilización concluyen en una consecuencia común, consistente en trastornar fundamentalmente la preparación al matrimonio, el cual había de ser, no obstante, según la intención de la moral sexual cultural, el único heredero de las tendencias sexuales. Todos aquellos hombres que a consecuencia de prácticas sexuales onanistas o perversas han enlazado su libido a situaciones y condiciones distintas de las normales desarrollan en el matrimonio una potencia disminuida. Igualmente, las mujeres que sólo mediante tales ayudas han conseguido conservar su virginidad muestran en el matrimonio una anestesia total para el comercio sexual normal. Estos matrimonios, en los que ambos cónyuges adolecen ya, desde un principio, de una disminución de sus facultades eróticas, sucumben mucho más rápidamente al proceso de disolución. A causa de la escasa potencia del hombre, la mujer queda insatisfecha y permanece anestésica aun en aquellos casos en que su disposición a la frigidez, obra de la educación, hubiera cedido a la acción de intensas experiencias sexuales. Para tales parejas resulta aún más difícil que para las sanas evitar la concepción, pues la potencia disminuida del hombre soporta mal el empleo de medidas preventivas. En esta perplejidad, el comercio conyugal queda pronto interrumpido, como fuente de preocupaciones y molestias, y abandonado así el fundamento de la vida matrimonial.

Todas las personas peritas en estas materias habrán de reconocer que no exagero en modo alguno, sino que me limito a describir hechos comprobables en todo momento. Para los no iniciados ha de resultar increíble lo raro que es hallar en los matrimonios situados bajo el imperio de nuestra moral sexual cultural una potencia normal del marido, y lo frecuente, en cambio, de la frigidez de la mujer. No sospechan, ciertamente, cuántos renunciamientos trae consigo, a veces para ambas partes, el matrimonio, ni a lo que queda reducida la felicidad de la vida conyugal, tan apasionadamente deseada. Ya indicamos que en tales circunstancias el desenlace más próximo es la enfermedad nerviosa. Describiremos ahora en qué forma actúa tal matrimonio sobre el hijo único o los pocos hijos de él nacidos. A primera vista nos parece encontrarlos, en estos casos, ante una transferencia hereditaria, qué, detenidamente examinada, resulta no ser sino el efecto de intensas impresiones infantiles. La mujer no satisfecha por su marido y, a consecuencia de ello neurótica, hace objeto a sus hijos de una exagerada ternura, atormentada por constantes zozobras, pues concentra en ellos su necesidad de amor y despierta en ellos una prematura madurez sexual. Por otro lado, el desacuerdo reinante entre los padres excita la vida sentimental del niño y le hace experimentar, ya en la más tierna edad, amor, odio y celos. Luego, la severa educación que no tolera actividad alguna a esta vida sexual tan tempranamente despertada, interviene como poder represor, y el conflicto surgido así en edad tan tierna del sujeto integra todos los factores precisos para la causación de una nerviosidad que ya no le abandonará en toda su vida.


(Continúa)

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