El estado hipnótico había producido en el paciente una tal ampliación de la capacidad de asociación, que él mismo sabía hallar en el acto el camino, inaccesible para su reflexión consciente desde el síntoma hasta las ideas y reminiscencias con él enlazadas. La supresión de la hipnosis parecía crear una situación sin salida, pero yo recordé la demostración de Bernheim de que lo vivido en estado de sonambulismo sólo aparentemente se halla olvidado, y podía ser siempre devuelto a la memoria consciente del sujeto con sólo la afirmación imperiosa del médico de que no tenía más remedio que recordarlo. Intenté, pues, llevar también a mis pacientes no hipnotizados a la comunicación de sus asociaciones, para encontrar, con ayuda de dicho material, el camino conducente a lo olvidado o rechazado. Más adelante observé que no era preciso ejercer gran presión sobre el sujeto y que en el paciente emergían casi siempre numerosas asociaciones; lo que sucedía es que tales asociaciones eran desviadas de la comunicación, e incluso de la conciencia, por ciertas objeciones que el sujeto se hacía. De la esperanza, indemostrada aún por entonces y confirmada luego por abundante experiencia, de que todo lo que el paciente asociara a cierto punto de partida tenía que hallarse también, en conexión interna con el mismo, resultó la técnica consistente en mover al paciente a renunciar a toda actitud crítica y utilizar el material de asociaciones, así extraído a la luz para el descubrimiento de las conexiones buscadas. Una intensa confianza en la determinación estricta de lo psíquico contribuyó también a la adopción de esta técnica que había de sustituir al hipnotismo.
Psicoanálisis y teoría de la líbido. S. Freud, 1923
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