Madrid, 18 de octubre de 1989
CARTA ABIERTA A LA ESCUELA DE PSICOANÁLISISGRUPO CERO: Psicoanalistas, Profesores, Coordinadores yAlumnos.
Abriendo, ahora, delicadamente la cuestión, Freud aconseja psicoanalizar ciertos prejuicios antes de entrar en la teoría psicoanalítica, haciendo como hacemos, forzando las palabras, podríamos decir que la teoría psicoanalítica es sólo para personas que se psicoanalizan.
Y no habríamos exagerado mucho la frase de Freud que en última instancia donde él la pronuncia es para llamar la atención sobre los problemas sexuales inconscientes del candidato a conocer su obra.
Realidades inconscientes, dice Freud, que operarían de resistencia a la comprensión saludable de los textos psicoanalíticos.
Posiciones narcisísticas del sujeto que lo llevan hasta la exterminación de una frase o su contraria, por no poder soportar lo que esa frase anuncia para él mismo.
En pocas palabras, aquietada la envidia, dominado el asco por la existencia en el mundo de otras personas además de mí mismo, elaborado un gran porcentaje de los celos como deseo y aceptado que aunque lo conozca todo, que es imposible, no lo podré tener.
Recién, ahora, dice Freud, podré dejarme llevar por la mano del inconsciente en los textos psicoanalíticos.
El deseo en Freud tiene que ver con la transmisión del psicoanálisis en la fórmula sencilla que ya podemos decir sin ignorancia: El deseo en Freud es la transmisión del psicoanálisis.
Una fórmula sencilla abierta a la polémica y abierta también a miles de frases posibles de ser articuladas en la falta de sentido del deseo.
En la falta de sentido de la vida del hombre moderno, a menos que el sentido sea buscar la felicidad que es imposible y de hallarla no estaríamos preparados para gozarla más allá de nuestro deseo.
Deseo inconsciente que funda y regula toda nuestra actividad en sucesos del lenguaje, para decirlo con mayor certeza, la vida del sujeto condensada en un hecho de las palabras entre sí.
El sujeto no es ninguna de las palabras sino el puente indeciso de sus conjugaciones.
El psicoanalista al igual que el poeta es un diestro sin manos, sus voces son instrumentos de alguna de las formas de lo Otro.
A esta altura cualquiera de vosotros podría intentar decir que una teoría así merece ser vivida, pero es precisamente de eso de lo que quiero hablar antes de cerrar este latido para que dé comienzo la temporada.
Sería conveniente que se vayan curando de esa intensa pasión por vivirlo todo ya que todo, si del psicoanálisis se trata, tiene sus límites en los límites propios de una conversación, donde si bien se me podría decir que ambos participantes de la conversación padecen de lo mismo (los efectos inconscientes en el simple hablar) a mí se me ocurre que el mismo padecimiento es llevado a cabo en diferentes estilos.
Uno es el psicoanalista, otro el psicoanalizando.
Uno compra, el otro no tiene para vender sino su tiempo.
El riesgo lo corre siempre el psicoanalista, el que paga es el que se psicoanaliza.
Cuando la conversación finaliza, el psicoanalista, en general, sigue siendo psicoanalista.
Lo que no queda de ninguna manera asegurado es que el que se psicoanalizaba al finalizar quede transformado en psicoanalista.
Quiero dejar claro que, para desear y transmitir, no ha de alcanzar la sencillez del habla ya que si bien por ésta entramos en el juego, el habla no es historia a menos que la escriba y ella misma, por serlo, ya estaba escrita.
Miguel Oscar Menassa
Director de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero
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