Llega el paciente, por primera vez a la consulta del psicoanalista.
¿De qué hablar? ¿y si no le digo la verdad?
Algo se abre, se trata de empezar, él nada sabe.
En esa relación del uno con otro, que se instaura en el análisis, queda eludida una dimensión. Esta relación se instaura en un plano que no es simétrico ni recíproco. En el primer o enésimo encuentro, se instituye, una búsqueda de la verdad en la que se supone que uno de los dos sabe o al menos sabe más que el otro. Respecto a él (al que se supone que sabe) surge el pensamiento no sólo, de que no debe engañarse, sino también de que lo pueden engañar.
El motivo que lleva al paciente a buscar la salud, el equilibrio, es justamente su propósito inconsciente.
Toda aseveración del paciente, tiene una profunda ambigüedad, debido a que tiene de por sí, dos caras. El Psicoanalista se topa con la dimensión de la verdad, como algo que se instaura con cierta mentira y aun por ella, cosa, que no la quebranta, ya que la propia mentira se postula como tal, en la dimensión de la verdad.
TODA MENTIRA ESTÁ SOPORTADA EN UNA VERDAD.
Verdad en psicoanálisis sólo hay una. La Castración como toda operación es previa, y todo comienza en la verdad de castración. El otro no me pertenece, ni me podrá pertenecer, y yo soy para el otro, también otro, al que no puedo pertenecer.
La pertenencia es pertinente, si el sujeto está implicado en su desear. No ceder en el deseo, es una ética, la del psicoanálisis.
Alguna incertidumbre, cierta cuota de angustia hay que aprender a tolerar, después adviene, por la interpretación, el deseo.
El significante, eso que representa al sujeto para otro significante, es previo, de modo que podemos decir que la relación del sujeto con el significante es primordial y constituyente tanto en la instauración de la experiencia analítica como en la función radical del inconsciente.
Si el paciente dice “yo miento” dice la verdad, y por tanto no miente, ya que hay una antinomia de la razón en el enunciado “yo miento”. El sujeto cuando habla, dice lo que dice y más aun de lo que dice. El que escucha, oye y escucha. El que sólo oye, no puede escuchar y la escucha es previa, por eso el paciente en psicoanálisis puede decir lo que no podría, en otro lugar.
El paciente no acude nunca solo a la consulta, como mínimo lo hace acompañado de sus fantasmas y el psicoanalista no podría trabajar como tal, si no pertenece a una cadena de transmisión.
Siempre hay un tercero, la ley es previa, y el miedo estructural, nos protege de los miedos.
Es diferente el lenguaje, la lengua y el habla. El Yo (je) que enuncia, el yo (je) de la enunciación, no es lo mismo que el yo (moi) del enunciado, es decir el shifter que lo designa en el enunciado.
La división entre enunciado y enunciación hace que del “yo miento” que se encuentra a nivel de la cadena del enunciado, resulte un “yo te engaño”. El miento es un significante que forma parte, en el Otro, del tesoro del vocabulario, donde el je (yo) determinado retroactivamente, se vuelve significación engendrada a nivel del enunciado de lo que éste produce en el plano de la enunciación.
La imagen del espejo no es simétrica y lo que se dice, se pierde en el decir, por lo que se escucha.
El Yo te engaño, proviene del punto donde el analista espera al sujeto y le devuelve, según la fórmula, su propio mensaje en su verdadera significación, es decir de forma invertida. Le dice el psicoanalista al paciente: en ese “yo te engaño” que dices, que envías, es lo que yo te expreso y al hacerlo, dices
No confundir la función del sujeto tachado, dividido, con la imagen del objeto a, ya que es así como, por su parte, el sujeto se ve duplicado, se ve como constituido por la imagen reflejada, momentánea, precaria del dominio.
SE IMAGINA HOMBRE, SÓLO PORQUE SE IMAGINA.
El sujeto su realidad imaginaria, la ha de constituir en el Otro. Allí donde el sujeto se ve, no es allí desde donde se mira. El sujeto se ve en el espacio del Otro, y el punto desde donde se mira, está también en ese espacio. Pero ése es también el punto desde donde se habla, ya que en tanto habla, comienza en el lugar del Otro, a constituir esa mentira verídica con que empieza a esbozarse lo que a nivel del inconsciente participa del deseo.
Para recordar es necesario olvidar, y la reminiscencia es un recuerdo, un sufrir de recuerdos. La duda no es de lo cogitable, es del orden de lo interpretable. La duda es señal del pensamiento inconsciente.
Después de la primera entrevista, como no se le dijo nada, nadie se metió en la vida del paciente, como el psicoanalista dirigió el tratamiento, aplicó el método, sin confiar ni desconfiar de nada, ni de nadie; el paciente decidió contratar, para haciéndose cargo de sus cosas, dirigir su propia vida.
Dr. Carlos Fernández. Médico Psicoanalista
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