La hipertensión arterial, es uno de los problemas de salud pública más importante en los países desarrollados. Es una enfermedad frecuente, muchas veces asintomática, fácil de diagnosticar pero en ocasiones difícil de tratar.
La mayor parte de los casos (90% - 95%) la causa de la Hipertensión Arterial es desconocida, llamándosela Hipertensión Idiopática o Esencial. Del 5 al 10% restante presenta una causa específica que suele corresponder con patología: cardiaca, renal, endocrina o neurogénica.
Todos los textos especializados destacan que el 95% de los pacientes reciben un tratamiento empírico o sintomático, es decir destinado a disminuir las cifras tensionales sin valorar al sujeto que padece el cuadro y que circunstancias pueden acompañarlo.
El pronóstico de esta dolencia es fundamental, ya que afecta a diferentes órganos pudiendo llevar incluso a la muerte, con lo que el tratamiento correcto mejora el pronóstico de la enfermedad.
Queremos llamar la atención sobre el dato que remarca el desconocimiento de las causas en el 90% de los casos y a lo frecuente que resulta encontrar en consulta el relato por parte del paciente de situaciones diversas con la coincidencia general de: nerviosismo, estrés, ansiedad, exceso de responsabilidad en el trabajo, manifestaciones todas ellas de sentimientos inconscientes de culpa, que hablan en todos los casos de una problemática psíquica, la mayor parte de las veces no tenida en cuenta en el tratamiento, ya que la terapia farmacológica (necesaria por otra parte) y la dieta que se indica, no alcanza para atender el conflicto anímico presente en el 90% de estos pacientes.
EN TODA HIPERTENSIÓN HAY QUE ESCUCHAR EL DESEO.
La moral alcanza hasta donde la mirada nos permite. Míticamente la sangre y en general el estudio de los fluidos corporales fue tabú y en épocas de inquisición más de un investigador que desafiaba las palabras divinas fue repudiado y su obra quemada, recordemos al médico y teólogo Miguel Servet, que se “atrevió” a describir por primera vez el circuito sanguíneo pulmonar, lo que chocaba frontalmente con la ideología imperante en el siglo XVI. Conocimientos que hoy se estudian en todas las Facultades de Medicina, fueron en otro tiempo motivo de disputa científica.
Sabemos que en el proceso fisiológico corporal de la circulación sanguínea intervienen diferentes factores y mecanismos: gasto cardiaco, secreción de hormonas, musculatura lisa de las arterias, filtrado glomerular...y también sabemos que participa en todos los casos el sistema nerviosos autónomo o vegetativo, es decir aquella parte del organismo que presenta una relación directa con el sistema inconsciente. De modo que el aparato psíquico debe ser valorado y tenido en cuenta (como factor etiológico, en el mecanismo etiopatogénico y en todo pronóstico) a la hora de tratar toda Hipertensión.
Como profesionales de la salud mental debemos investigar cual es la tensión sistólica, diastólica (la máxima y la mínima) cual la tensión sexual, la tensión de vivir, la tensión laboral, familiar, y a qué refiere esa Hipertensión en ese paciente en particular y qué se manifiesta en el sistema circulatorio. Otra cuestión a plantearse es por qué unos pacientes responden mejor que otros al tratamiento farmacológico o la compulsión oral (consumo de tabaco, alcohol, comidas) difícil de resolver sin el enfoque adecuado.
El cuerpo es el escenario donde se representa la vida anímica, de modo que cualquier alteración que se manifiesta en el cuerpo, sea de la índole que sea, indica la participación de procesos fisiológicos y psicológicos involucrados en la afección.
Dr. Carlos Fernández
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